miércoles, 17 de febrero de 2010

Marcelo Marcolin

  
Retratos
 
Mirá que linda está la tarde
ahí tenés las pinturas / animate /
no tengas miedo y pintame
pintame un sol en la nuca
una estrella en el dedo pulgar derecho
pintá de azul tu oreja / dale un rojo al espacio
pintá / pintá
pintá los secretos y las almohadas
el sitio íntimo de la tempestad de nuestros cuerpos
pintá la pava y el mate / la barba de Cortazar
y el Caballo de Troya
pintá la esquina de Amoedo y Azcuénaga
la punta del colectivo 22
pintá la ilusión de otras realidades
el sillón / la memoria / los signos del zodíaco.
No te apures pero pintá
sin dudas y sin esperas
pintame el alma de verde y naranja
dale un púrpura a tus piernas
pintame los pies / la cabeza / los recuerdos
pintá aquella tarde en el río
la isla imperfecta de nuestro pasado
pintá Jujuy en el mapa / mis pasiones / el tren de las 16
pintá el cine / mis camisas / tus corpiños
dale colores al centro de tus ojos
ponele un violeta a tus ansias
un turquesa al beso en la noche de los abrazos
pintá / pintá
sin descanso
sin ataduras
con las ganas que el espíritu impone
pintá / pintame
estas ganas de verte pintar.
 
del libro: Otros elefantes de regreso a la constelación de Orión
 
Origen

Dios no existe
existe el hombre:
el que respira / lame / crea /
copula / devora
y extrae del cielo

la demagogia y la lluvia.

del libro: Otros elefantes de regreso a la constelación de Orión
 
Después de aquí
 
En la casa estarán todos o casi todos
con el humo del barrilete mordiendo la noche.
Se hundirán en los retratos
y navegarán en el vino imperfecto sin ser vistos.
Mi perro y los recuerdos: perra adiós, dirá,
y la soledad,
la soledad otra vez aquí...

Perra adiós,
diré.
 
del libro: Otros elefantes de regreso a la constelación de Orión

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Instantáneas
 
Mientras el frío cubre las secuencias de octubre
y el perro tuerto sigue con su mirada aguda
sobre la realidad enérgica de los sueños desaprovechados
en la calle sur de los sentimientos,
ella peina el destino
y se toca suavemente sus delicados pechos expuestos a la gloria del deseo.
Una mañana descubre el barro entre la historia y el rencor.
No hay luces en este escritorio.
No hay más ansias que alucinar un horizonte viajando a México
en el auto brillante del mágico beat con sonidos de jazz quebrando el aliento.
Nada de ayer dirás mientras en los bolsillos miserables
se ahuyenta el clamor de la lucha,
nada que hacer más que enrededar las piernas
en otra secuencia de sexo sobre los techos de aquella casa con diez pinos.
Te hablé de vos y vos hablaste del mar.
Te hable de Atenas y vos preferiste las valijas
en la espera inconsciente que provoca un anden de fuego
con los pasajeros de la lluvia
recorriendo los estanques de la otra guerra.
Ahora decido por jugar la partida más exacta.
En este último bar del barrio oscuro no puedo hallar la rueda del tiempo.
Entonces, mi sombrero en el aire.
Entonces, tus piernas preparadas para la satisfacción
de otro periplo de gemidos.
Entonces, cerremos las puertas y los cielos,
que sólo las estrellas perfumen esta piel detrás de los misterios
y las alas de aquel pájaro en llamas.
Ahora, dijiste y yo cerré los ojos.
Luego fue el mar quien descubrió las ropas olvidadas
en el vacío sofá de los recuerdos.

 

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Poesía del Mondongo

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