miércoles, 17 de febrero de 2010

Carlos Patiño


Minicatástrofes

Mundo
mundo propio
mundito
levantado
hecho
en torno de uno mismo durante años
de pronto todo
comienza a
deshacerse
pequeña filtración
y todo
cae
caracol aplastado
coraza con fisuras
arrastra
separa
borra
mezcla los desórdenes
hasta que el viento
aúlla
entre las grietas insoldables
sin que alcancen las manos a
mantener
unidos
tantos
pedazos
separándose.


Obra de Oswaldo Guayasamín



Guía inconclusa para perder la vida eterna

No hay salvación para los
herejes
para aquellos que viven en la oscuridad de la
duda constante
para aquellos que no poseen explicaciones rápidas
para la vida, la muerte. los insectos, el universo y
la dulce sonrisa de los niños.

No hay salvación para aquellos que descreen
de las revelaciones facilistas de los libros vetustos
de las ideas vetustas
del temor vetusto
de promesas vetustas.

No hay salvación para aquellos que se extasían con los
atardeceres
para aquellos que borronean papeles
para aquellos que traspiran sobre una tela en blanco
o sobre un mármol gris
o sobre una guitarra que en el próximo acorde
romperá alguna cuerda
o para aquellos que exterminan sus ojos en los libros.

No hay salvación para aquellos que saludan a todos los
vecinos
para aquellos que les dan centavos a un ciego
que maltrata su acordeón en las bocas de acceso
de los trenes.
No hay salvación para aquellos que ríen demasiado
no hay salvación para aquellos que bailan demasiado
no hay salvación para aquellos que aman demasiado
no hay salvación para quienes fuman
o beben tranquilamente su copa de whisky.

No hay salvación para aquellos que dicen la verdad
o miran cara a cara a la verdad y no le temen /
para los que temen
para los que esperan
para quienes detestan los revólveres
para quienes no miran los programas de entretenimiento de la TV.

El resto se irá al cielo
envueltos en la nube invulnerable que siempre los cobija.


Abordaje

Inevitable descubrir que en último caso
somos dos náufragos
bogando cada uno en su botecito/
empapados/resignados/
mirando los demás botes capear la tormenta de vivir
con movimientos algo nerviosos/ojos inestables/
volcando a cada rato entre gritos y aullidos

Nosotros bogamos no tanto preocupados por el viaje común
(a nadie sabe dónde y a casi nadie importa)
tampoco por el vuelco
sino por el raro color del agua o los dibujos que formaban
las nubes/esas cosas que a muy pocos inquietan.

Y claro que volcamos como cualquiera/pero sin gritos/
sabiendo inevitable
chapucear esas agua
porque desde muy niños debimos usar ropa amarilla
de naufragio.

del libro "Manatial en llamas"


Carlos Patiño

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Poesía del Mondongo

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