sábado, 31 de julio de 2010

Jorge Boccanera




Arder

      Cuando nos besamos trituramos un ángel.
Su última voluntad será nuestro deseo.
Tiempo habrá para escupir sus vidrios de colores,
su sombrero de plumas,
barajas manoseadas por tahúres y ahora

      hay que hacerlo entrar,
ofrecerle licor (que él viene de morirse),
acercarle una silla (que lee en la oscuridad).

      Dirá sus baratijas,
su forma de guiarnos al secreto de la vieja
estación.
Dirá que el vino está hecho de hojas secas,
que puede hacer un fuego con tu rostro y el mío.
(Ni un centavo de luz a su trabajo).

      Cuando nos besamos desollamos un ángel,
un condenado a muerte que va a resucitar en
otras bocas.
No tengas lástima por él, sólo hay que hincar el
diente
y triturar al ángel.
Abrir tus piernas blancas y darle sepultura



Jorge Boccanera
Nació en Bahía Blanca, Argentina, en 1952. Poeta y periodista.
Vivió parte de su exilio en México y Costa Rica. En su quehacer literario ha publicado además textos de crónica y de ensayo. En 1976 obtuvo el Premio Casa de las Américas de Cuba y un año después el Premio Nacional de Poesía Joven de México.

2 comentarios:

Claudia dijo...

Encontrarme con la poesía de Boccanera siempre me provoca, me enciende las emociones,las amables y las otras, y aún aquellas que no son bienvenidas, en compañía de la palabra de Jorge, se me hacen transitables.
En este día lleno de tristeza para mi, bañados de lluvia mis ojos y mi ventana, mientras deseo con obstinación que Mariel se aferre a ese hilo de vida que aún le queda, me ronda este poema:

A la mujer del prójimo (Jorge Boccanera)
I
Llegó al cuarto entre asustada y no.
Su piel había memorizado calles
para que yo esta noche las caminase todas.

Llegó invadida de cebolla y pena,
de fiebre del pequeño y vecinas absurdas.
Llegó cansada de saludos breves,
preguntarse por qué a tanto silencio.

Necesitaba,
que esta noche sus hombros arrimen a otro puerto,
sus manos algo lejos del filo de la escoba,
su pelo rojo en otra almohada.

Entonces comprendí,
que la mujer del prójimo es ajena, incluso para él.

Su silencio,
como los parques en la noche.

II
Nunca froté mis ojos
con el paisaje de los tuyos,
ni desordené el día para que aparecieras,
ni he juntado tus ruidos con mi boca
para que no doliesen las preguntas,
ni siquiera me llamo como dices, pero
puedes quedarte,
hay un poco de sopa, algo de vino.
Afuera está lloviendo en otro idioma.

Estación Quilmes dijo...

que bueno cuando la poesía está cerca y gracias Claudia por los poemas de Boccanera, fuerza para Mariel.

Fernando

Poesía del Mondongo

A todos, gracias por compartir este espacio

Email: fernando1954@gmail.com