lunes, 1 de marzo de 2010

Carlos Patiño

Nota de Marcelo Massarino a CARLOS PATIÑO
Buenos Aires, 31 de mayo (*), especial para ANC-UTPBA).-



Fotografía de Roberto Santoro, por Juan Carlos Malieni en 1972.

“Nosotros queríamos poner en marcha el principio surrealista de sacar la poesía a la calle, que saliera del salón para que llegara al pueblo ¿Cómo lo logramos? Al principio con poemas más o menos espantosos. Nos decían que tirábamos ladrillos florecidos. Íbamos a los mítines, a las concentraciones, leíamos poemas en universidades y sociedades de fomento. Porque había una poesía sin pueblo y un pueblo sin poesía”, asegura el poeta Carlos Patiño, integrante del Grupo Barrilete junto a Roberto Santoro, a quien recuerda como “un generador, un tipo con una fuerza interior poco común.”
Pocos días antes de partir al exilio en México en junio de 1976 -después de firmar un pedido por los escritores desaparecidos que el titular de la SADE, Horacio Esteban Ratti, le entregó al dictador Jorge Rafael Videla el 19 de mayo de ese año- Patiño le pidió a Santoro que se fuera. “Esta guerra está perdida. No vamos a poder enfrentarlos, nos van a matar a todos. Cuando vengan ¿con qué les vas a tirar? ¿con libros? Te van a ir a buscar y te van a matar. Pero para Roberto su lugar estaba en el país y que pasara lo que pasara, se iba a quedar en su puesto de lucha. Consideraba que la situación era peligrosa pero que con cuidado se podía trabajar. Ya en el exterior recibí dos o tres cartas muy breves y sin remitente. Hasta que un día no hubo más cartas ni Santoro”.
“Éramos de la generación del sesenta, luchadores sociales en todos los terrenos contra el colonialismo cultural y por la liberación nacional y social”. En ese marco, la producción de revistas, carpetas con poemas e ilustraciones, libros e informes de Gente de Buenos Aires fue prolífica. Los Informes sobre Discépolo, la Esperanza, Santo Domingo, Lavorante y Trelew, entre otros, son una muestra de la dinámica de la poesía de aquellos años.
“Hacíamos una suerte de periodismo poético”, explica Patiño. “Cuando trabajas en un diario el jefe de redacción te pide una crónica. Nosotros hacíamos lo mismo pero el producto era un poema sobre un acontecimiento que recién se producía, le dábamos un enfoque distinto que le otorgaba otra dimensión a la noticia. Nuestra consigna era ‘¡para mañana, un poema!’, que a la noche siguiente se leían y seleccionábamos”. Reconoce en Roberto Santoro a quien más rápido se adecuaba a este estilo de poesía urgente, de cierre de edición.
Como parte del Informe sobre Santo Domingo, por la invasión norteamericana a la República Dominicana, Humberto Costantini escribió el Yanquis hijos de puta y Patiño incluyó Oración, que motivaron una declaración del Canciller de turno y una misa de desagravio a la Virgen María, en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. “Esto demuestra –señala Patiño- que el grupo Barrilete sacó la poesía a la calle, mala o buena, mejor o peor, pero siempre ligera y rápida porque tenía que ser comprendida hasta por el más iletrado de los hombres. Nos imponíamos incorporar el lenguaje coloquial en los trabajos, pero no con la intención de revolucionar la poesía. Simplemente, queríamos sacarla a la calle.”
Carlos Patiño, quien en 1990 ganó el premio Casa de las Américas por su obra Esquinas silenciosas y en la actualidad dicta talleres literarios en la zona de Quilmes, con el oficio y la paciencia de un artesano de la palabra explica el protagonismo que tuvo “la generación del sesenta” en la poética argentina: “hay una tentativa de aislar a los poetas productores de poesía política del resto de sus contemporáneos para dejarnos sin generación, porque la poesía del ‘60 fue un fenómeno amplio, con poetas que escribían como sentían, de los temas que sentían y en la forma que sentían.”
Recuerda una y mil anécdotas de su amigo y compañero que está presente en sus versos y en la plazoleta que lleva su nombre en el barrio de Chacarita. Va hasta la biblioteca y busca “un poema premonitorio” de Roberto Santoro, Canto a la esperanza: si se escapa esta rabia que llamamos esperanza,/ si un día se va,/ yo crucifico al amor/ y después de enterrar a mis hermanos,/ me voy con el tranvía de la muerte/ a clausurar mi corazón en una plaza.” (ANC-UTPBA).
(*) Periodista

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Poesía del Mondongo

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