lunes, 27 de junio de 2011

María Baranda




3


Escuchas voces: láminas de sal para tu voz de fuego.
Oyes al viento entrar en ti con sus alas verdes
pudriéndose en el lodo.
Sabes que es un designio de los dioses frágiles
y simples.
Su inquietud te recuerda
el interior de un bosque gritando en sus insectos.
Criaturas disonantes y armónicas te anuncian
la primera vez inalcanzable en que los niños nacen.
El tiempo original cae de una costilla anónima
a firmes navajazos, dulce remedo de un afán
hacia los claustros del enfermo.
El viento se dispersa en tu cabeza.
Se eleva un canto en la crucifixión
que va y vuelve por tu sexo.
Dices que Cristo forcejea con sus amores
y la famosa espina
clavada al son del pecho.
Se acerca el petirrojo. La tierra se vacía
y tú adivinas sangre en la ciudad corriendo
con la ambición de ser el ser que eres por la boca,
ecuánime y golpeado,
abalanzándote a la piedra de aquellas tentaciones.
Igual que él te glorificas.
Cuelgas un letrero azul a la entrada de tu cueva.
No hay cuervo que dure en sus graznidos
la invocación del polvo y la ceniza.

La cara de una bruja se adivina.
Son las leyendas celtas que supuran
por la piel de tu hijo: Beowulf enterrado
con el tesoro del dragón entre su pecho,
los nobles de la rosa con sus cabellos sueltos
corriendo por el campo,
san Telmo perdido en un grano de arena.
Hay senderos tramposos de barcos fantasmales,
la ruta de Santiago es un vasto rumor
donde tu alma se despoja,
y "¡cállate dulzura!",
le pides al que vaga quejoso y deambulante
entre las grutas verdes de las hadas
y los ríos ilícitos donde la noche se desnuda.
Cantas.
Cantas por los párpados de una palabra en tu saliva.
La máscara de una armadura resguarda tu nombre,
tu nombre de soldado,
tu nombre de padre que mira las ballenas
como si fueran cirios ondulantes.
Lloras bajo las muecas de la luna
en vísperas de alumbre.
De dos en dos llegas a marzo
de marzo a la vulva de todos los cordajes.
Las ratas y los chancros son la opacidad en la bahía.
Y en esa oscuridad
donde los santos suenan sus campanas
buscas calmar tu sed con un trago de mar
que congrega a la flor en tu garganta.

Bebes, bebes un poco de la vida
bailando entre las sombras de todos tus fantasmas.




María Baranda
De "Dylan y las ballenas" (2003) Editorial Planeta

México, 1962. Poeta, editora y traductora. Ha escrito los libros de poesía: El jardín de los encantamientos, 1989; Fábula de los perdidos, 1990; Ficción de cielo, 1995; Los memoriosos, 1995; Moradas imposibles, 1997; Nadie, los ojos, 1999; Causas y azares, en colaboración con la pintora Magali Lara, 2000; Narrar, 2001; Atlántica y El Rústico, 2002; y Dylan y las ballenas, 2003. Su poesía ha sido traducida al francés, inglés y lituano. Ha obtenido los premios: Iberoamericano de Poesía otorgado por la Villa de Madrid, España, 1998, Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, 2003

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Poesía del Mondongo

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