domingo, 7 de octubre de 2012

Marcelo Marcolin














Delicias de un sábado olvidado


Sé que aprietan las palabras dispuestas en el pecho
que el beso es un suicida calmo atado a su aventura
y el amanecer delata la silueta del error.

¿Qué amor fugaz abrió las puertas del desvelo?
¿Qué señas hizo la noche para vestirse de rojo?
¿Fue la bondad de un titiritero creyendo en su comedia?

Tal vez sí,
o quizás no podamos luego
luego de creer en nuestras propias bocas inflamadas de deseo
abiertas ante el silencio
el preciso silencio que aburre y ahoga otra caricia
la caricia que ya no llegará.

Intensas imágenes arrastra el alma:
la quietud y la tormenta.
             Nos queda ya nada más
             que un melancólico carrusel
             de copas rotas y miradas vagabundas.

Cuando sepamos que el sueño fue un abrazo
y la piel un misterioso contagio
alguien abrirá la puerta y vendrán otros pasos:
              los del consuelo
pero ninguno de nosotros
              ya estará para eso.



Marcelo Marcolin
De "El viejo automóvil de los sueños" - ED. El ojo de la ballena
Buenos Aires (1957-2011)

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Poesía del Mondongo

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