sábado, 29 de junio de 2019

Manuel García Verdecia




MEDITACIÓN DE ODISEO A SU REGRESO


1

hemos hecho el amor como dos que escapan de la muerte
drogados por el loto del reencuentro
desde el centro que convoca al pez y el agua
se hace luz un resumen de instantes
de ausencias y permanencias
se suceden ternuras … rostros … aflicciones
ella se vuelve todas las mujeres
todo sexo habido arde en su sexo
con mil relámpagos alumbro sus carnes
y en la desgarradura del rayo último
rindo mi savia … mis ansias … mis quebrantos
he remontado los cielos tan alto
como la alondra que avistara la felicidad
y en el segundo antes de hundirme
en la penumbra de ese otro que me habita
quijotesco y socrático a la vez
atisbo un resplandor que se parece a la dicha
es un instante tan breve que no sé
si lo he vivido o lo he imaginado
pronto se difumina con el ácido de los recuerdos
cada victoria rememora mil angustias
cada victoria se diluye en cien derrotas
ay corazón mi hambriento roedor de ensueños
¿por qué no escapas a las trampas del recuerdo?
¿por qué no evades el veneno de amar tanto?


3

he vuelto a los míos tras excesos aventuras
y el fuego fatuo del renombre
de nuevo estoy en el punto de origen y destino
donde se desvanecen todos los artificios
esta es mi huerta … esta es mi casa
aquí son mis amados
con júbilo hemos festejado el regreso
por esta vez bien servida fue la mesa
pero la espuma de la euforia ha mermado
como merma en la jarra de cerveza
e interrogo estas horas que no sé me explicar
no tengo la costumbre de la dicha
y creo por un momento haber sido tan feliz
que casi irrumpo en los predios de dios
para después volverme cáscara arrojada
no existe dicha que en su reverso
no lleve el lema del dolor
mientras más cave en ti el dolor
más alegría podrás contener
decía el profeta Gibram
pero el dolor excava tan hondo tan deprisa
que nunca es suficiente la alegría
así ahora soy un cometa de espanto
viajando sin remedio hacia la nada.


7

subimos una escala que no termina
en ocasiones entre el espasmo y el vértigo
nos sorprende un rellano respiramos
y continuamos la subida
nadie puede parar
el frío congela la sangre y aniquila
andar es la salvación y la condena
así consigue cada uno
su lumbre de felicidad
el barrendero que vuelve a casa
con la risa de un pan oscuramente tramitado
el niño que mastica su alegría
golosina ganada a algún forastero
el alarife que risueño torna en monedas
materiales birlados al patrón
el bebedor que hoy llena el vaso
y disuelve por ahora viejas penas
el estudiante orondo como un judío
porque ya sabe las mañas del mercado
el recluta con pase y cuarto prestado
que con su novia puede hoy
rehacer la historia de la tierra
todos hormigas que gustosos acarreamos
nuestro mínimo grano de azúcar
que el viento con un soplo nos puede hurtar
torpes insectos que volamos hacia una luz incierta
porque siempre hay en lo alto una llamita azul
que nos lanzamos a alcanzar
ignorando que nuestro ser está en el vuelo
y no en el hallazgo
la luz es sólo impulso … canto … aroma
la meta es la caída … el fin … la nada
poco sabemos de esa llama
¿dónde prende … qué la aviva?
¿de cierto existe o es sólo un sueño?
nada sabemos mas la llama nos alimenta
¡tan leve llama y cuánta penumbra ahuyenta!
el caramillo hilvana toda la nostalgia del mundo
la nostalgia es el ansia insaciada de esa llama
porque el cono de arena se nos termina
y la llama vuela aún en la distancia.
miro a una estrella y me susurra
no mires a la llama ni a lo oscuro
sólo a tu flecha recorriendo su luz.


12

Abba ¿tampoco tú me oyes?
¿dónde entretienes tu mirada que hay
penas que no adviertes?
yo he visto el pavoroso rostro de la aflicción
¿de dónde vino lo que vino la isla sitiada
la familia dispersa la casa asolada la huerta mustia
la ciudad vagabunda sola en medio del camino?
¿quién lo mandó tu mano naturaleza
los caprichos de los hombres?
si el cielo es amplio en caminos
¿por qué seguimos este trillo pedregoso?
¡ah ventura si fueses benévola!
nos devolvieras la paz de los domingos
los paseos … los almuerzos … los cantos
las retretas … las siestas … las sonrisas
palabras tengo sólo palabras
mariposas de aire
¿de qué otra fuerza dispongo?
ya no tengo vigor ni oro ni ardides
sólo sueños … memoria … palabras
podría ahora mismo todo terminar
¿quién juega este ajedrez donde me pierdo?
habiendo regresado de la aventura
hoguera que quemó años y credos
señor te pido cuides de mis amados
estos árboles … esta isla … este dolor
para que nunca más dejemos lo que amamos.


13

hemos hecho el amor como dos que escapan de la muerte
endrogados por el loto del reencuentro
se hace luz un resumen de instantes
cada victoria rememora mil angustias
cada victoria se diluye en cien derrotas
tanto he esperado para ser feliz
he lastimado tanto mis sueños y mi cuerpo en el empeño
que la felicidad es una isla sepultada.



del libro Hombre de la honda y de la piedra, 2007



Manuel García Verdecia
(Marcané, Holguín, 1953. Cuba)

Poeta, narrador, ensayista, profesor, traductor y editor.

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Poesía del Mondongo

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