jueves, 19 de junio de 2014
Mónica Rolandelli
Un dolor
Viento,
desmechado girón de eternidad.
Diamante que como escalado retoño
salió de mi piel para treparse
a mi espalda.
Una espada como aguijón del diablo
se hundió en mi carne
hasta taladrarme el hueso.
Un hombro.
Un hombre.
Articulación desnuda
como llaga abierta,
boca traspapelada
habla detrás de mí.
Habla de mi espalda
aún en oscuro mutismo.
No cesa
corta el sueño.
Me reclama
y yo sin poder ver.
Voz que me nombra desde lejos.
Yo ciega.
Hay ojos que me reflejan
ahí donde ya no puedo mirar.
Pasión de soledad.
Compasión sin nombre.
Hombre puro.
Puro nombre.
Grito que me reclama.
Grito que pueda ver.
Grito que estalle los infinitos espejos
que se empeñan en borrarme.
Un grito que me arme
que me pulse.
Un grito que me aprese
para poder vivir.
Barullo del alma
Incierto
en insoportable cadencia
y la vida se escapa por la boca
sin poder decirse.
Último verso
A la telaraña musgosa de mis dedos
llegó como un canto extasiado
tu letra imperdonable
aquella del último trazo
la de ese último adiós
levitado entre lloviznas y ocres.
Mónica Rolandelli
De "Desfiladeros" - Ediciones Vigilias (2001)
Obra: Voladora - Irene Morack
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Poesía del Mondongo
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Email: fernando1954@gmail.com
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