miércoles, 29 de octubre de 2014

Gabriela Wiener




mi primera casa

llegamos a la hendidura
que llamamos Casa
un escenario de material noble
yo abrí una maleta y extraje una piedra de océano
como un gigantesco diente
la coloqué en el baño
la vi crecer cada mañana
tú en cambio desempacaste un juego de manos que no conocía
eran de más de trescientos tipos de manos
una me tocó allí donde no había existido el frío
otra fue triste al acomodar algo que caída de mí
la última que recuerdo no tenía dedos

nos gustaba salir y ver el floripondio del jardín
su vida al margen del agua
pero sus flores tenían una manera de morir tan desagradable
húmedas como lenguas blanquecinas
algo debía estar secándose en el fondo
fue cuando me dio la vergüenza
esa lamentable parentela
mirar un nuevo mito derritiéndose en la sombra

a nadie le interesa eso
me dijiste
toma esta alambrada
aprende a leer sus púas indefensas
hay más dignidad en la pulcritud de estos lugares
donde te sientes vencida

Pero la tristeza no era más
esa vela oscura deslizándose en la mañana
como si nadie la llevara entre las manos

Al acostarte junto a mí ya estabas tan callado
para no despertar el corazón
yo hacía tanto ruido
y lo encerraba en una caja perforada con agujas punta roma
ese fue mi animalito
tan limeño
nada feroz
ni hambriento
ni cariñoso
mi caja voluntariosa y dócil que hablaba de tan pocas cosas

una mañana te vi abrazado a ésta
la arrullabas con tu mano sin dedos
entonces todo fue bruma
sólo esa mañana
me agaché para alcanzar la hendidura
que dejamos de llamar casa
nuestro gato entró con un pichón en la boca
que no pensaba devorar
para ese momento habíamos entendido poco del juego
pero mucho de la muerte
el mar de madrugada
expulsando sus peores peces sobre nosotros
cubriéndonos las orejas

hoy el pichón ha volado lejos del juego y yo del agua



Gabriela Wiener
(Perú - Lima, 1975)

Periodista y poeta.

Fotografía: www.diarioadn.co

jueves, 23 de octubre de 2014

Mario Trejo




El olvido es una alucinación desprovista de objeto


Hombre condenado a dos escenas atroces:
la primera y la última.

Espiar por el ojo de la cerradura, que es el ojo de Dios
(que nos estaba esperando) y descubrir al Otro,
que también espía, hacia atrás, hasta el fin de los tiempos.

Y todavía sufrimos por la puerta que no nos atrevimos
  a abrir,
y por aquella otra que no debimos haber abierto nunca.



Mario Trejo
Argentino (1926 – 2012)



En: 200 años de poesía argentina - Ed. Alfaguara – 2010

Foto: Chema Madoz (España)
Extraída de: www.chemamadoz.com

domingo, 19 de octubre de 2014

Gastón Bernstein




Al lector:
La poesía que falta acá me la robé. Porque no la escribí en un papel, y ninguno le queda bien. Porque no fue escrita para ser trasladada, ni para ser archivada ni tipeada. No. La poesía que falta acá me la robé porque no es para leer en libro, para ser horizontal, para apoyar. No. La devolví adonde pertenece de verdad. La escribí en una pared. Porque en una pared bien abajo y tras una puerta vino al mundo, y todo el que la quería leer, debía ir hasta allí, hasta la pared, hasta su hogar.
Y eso no va a cambiar, si quieren leer esta poesía que me robé, tienen que ir a la pared. No, no es la misma pared que antes. Esa pared se perdió, como se perdió el edificio que la derrumbó. No. La poesía que falta acá no está en el lugar donde nació. La escribí en una pared, en Quilmes. Me gusta Quilmes porque cuando sopla viento sur se llena de olor a malta, que es parecido al olor a puré, pero más rico. No intenten quitar la poesía de la pared, es parte de ella, y si nadie va hasta allí a leerla, pues que nadie la lea jamás. Porque ese año no fue hecho para ser escrito en un papel, hay palabras que necesitan más consistencia que la tinta. Si quieren verla, la escribí en 3 de febrero entre Vicente López y Aristóbulo del valle, a tres cuadras de la estación. Los deja el 22 y el 583. pero no intenten traerla de vuelta para acá, está bien ahí donde está, no todo puede caber en un libro. La poesía que estaba acá me la robé y la tiré. La dejé en la ciudad, se la dejé a todos los que pasan por ahí, a todos los que vayan a buscarla, a las bicicletas que usen para llegar y las monedas que pierdan en el camino.
La poesía que estaba acá se llama "2009" porque en ese año fue escrita, y está en una pared en Quilmes, porque allí nació. Si la visitan, por favor no la molesten, ella se dejará acariciar un rato.



Gastón Bernstein
De "Qué?" - Centro de reproducciones de la Universidad Nacional de Quilmes - 2014

Es escritor y músico quilmeño, estudiante de Artes en la Universidad de Buenos Aires.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Jaime Sabines




Pasa el lunes…


Pasa el lunes y pasa el martes
y pasa el miércoles y el jueves y el viernes
y el sábado y el domingo,
y otra vez el lunes y el martes
y la gotera de los días sobre la cama donde se quiere
dormir,
la estúpida gota del tiempo cayendo sobre el corazón
aturdido,
la vida pasando como estas palabras.
lunes, martes, miércoles,
enero, febrero, diciembre, otro año, otro año, otra vida.
La vida yéndose sin sentido, entre la borrachera y la conciencia,
entre la lujuria y el remordimiento y el cansancio.

Encontrarse, de pronto, con las manos vacías,
con el corazón vacío,
con la memoria como una ventana hacia la obscuridad,
y preguntarse: ¿qué hice?, ¿qué fui?, ¿en donde estuve?
Sombra perdida entre las sombras,
¿cómo recuperarte, rehacerte, vida?

Nadie puede vivir de cara a la verdad
sin caer enfermo o dolerse hasta los huesos.
Porque la verdad es que somos débiles y miserables
y necesitamos amar, ampararnos, esperar, creer y
afirmar.
No podemos vivir a la intemperie
en el solo minuto que nos es dado.
¡Qué hermosa palabra "Dios", larga
y útil al miedo, salvadora!
Aprendamos a cerrar los labios del corazón
cuando quiera decirla,
y enseñémosle a vivir en su sangre,
a revolcarse en su sangre limitada.

no hay más que esta ternura que siento hacia ti,
engañado,
porque algún día vas a abrir los ojos
y mirarás tus ojos cerrados para siempre.
no hay más que esta ternura de mí mismo
que estoy abierto como un árbol,
plantado como un árbol, recorriéndolo todo.

He aquí la verdad: hacer las máscaras,
recitar las voces, elaborar los sueños,
Ponerse el rostro del enamorado,
la cara del que sufre,
la faz del que sonríe,
el día lunes, y el martes, y el mes de marzo
y el año de la solidaridad humana,
y comer a las horas lo mejor que se pueda,
y dormir y ayuntar,
y seguirse entrenando ocultamente para el evento final
del que no habrá testigos.




Jaime Sabines
México (1926 – 1999)

De: poemas sueltos.


jueves, 9 de octubre de 2014

María del Carmen Colombo





Cuando las tres chicas se acercan, el padre cierra el abanico de sus sentimientos, de golpe. Tiene miedo el padre chino de que el calor de sus hijas desplanche las rayitas de su alma, plisadas con suma paciencia por sus antepasados.

El miedo le hace pitar de una boquilla elongada hasta el límite. Chupa del pico el hombre, y de su boca evaporada por el humo se desprenden pensamientos finitos como el perfil de un pez raya.

Es el opio de los pueblos con que carga su boquilla el que lo hace descifrar sus pensamientos en voz alta. "Esas tintoreras --dice de sus hijas-- calientan la pava y después yo salgo hecho una planicie. Qué saben ellas, tan chiquitas, del trabajo que costó a mis antepasados imitar el oscuro abanico de las olas, escama por escama, durante milenios, hasta hacer de mi alma este biombo musical que sólo los hombres chinos saben desplegar con dignidad."

Al escucharlo, la más china de las tres chicas desenrolla el caracol de su rodete en señal de rebelión. Cae ondulado el bandoneón de su pelo, y el padre recuerda el golpe, seco, de una sombrilla al cerrarse.



María del Carmen Colombo
Argentina – 1950



De: "La familia china" -En: En el revés del cielo – Antología de 16 poetas argentinas y españolas
Ed. Paradiso – 2006

Imagen extraída de: alianlu.blogspot.com

lunes, 6 de octubre de 2014

Baldomero Fernández Moreno




Un aplazado


De pronto, como un breve latigazo,
mi nombre, Friedt, estalló en el aula.
Yo me puse de pie, y un poco trémulo
avancé hacia la mesa, entre las bancas.
Era el examen último del curso
y al que tenía más miedo: la gramática.
Hice girar resuelto el bolillero
Las dieciséis bolillas del programa
resonaron en él lúgubremente
y un eco levantaron en mi alma.
Extraje dos: adverbio y sustantivo.

Me dieron a elegir una de ambas
y elegí la segunda. -¿Y qué es el nombre?
díjome uno y me asestó las gafas.
Sentí luego un sudor por todo el cuerpo,
se me puso la boca seca, amarga,
y comprendí, con un terror creciente
que yo del nombre no sabía nada.
Revolvía allá adentro, pero en vano,
me quedé en absoluto sin palabras.

Y empecé a ver la quinta en qué vivíamos:
el camino de arena, cierta planta,
el hermano pequeño, mi perrito,
el té con leche, el dulce de naranja,
¡qué alegría jugar a aquellas horas!
Y sonreía mientras recordaba.
-¡Pero señor -rugió una voz terrible-,
el nombre sustantivo, una pavada!
Tiré a la realidad: sobre la mesa
los dedos de un señor tamborileaban,
cabeceaba blandamente el otro,
el tercero bebía de una taza.

Hacía gran calor. Yo tengo una
cara redonda, simple, colorada,
los ojos grises y los labios gruesos,
el pelo rubio, la sonrisa clara.
Yo quería jugar, no dar examen
darlo otro día, sí, por la mañana...

Se me nubló la vista de repente,
los profesores se me borroneaban,
adquirió el bolillero proporciones
gigantescas, fantásticas,
oí como entre sueños: Señor mío,
puede sentarse... -Y me llené de lágrimas.




Baldomero Fernández Moreno
Argentina ( 1886 - 1950)



En: El libro de las edades
Ed. El Ateneo – 2003


Obra: Un chiquillo sentado - Víctor Manzano ( España 1831-1865)

Poesía del Mondongo

A todos, gracias por compartir este espacio

Email: fernando1954@gmail.com