sábado, 13 de octubre de 2012

Verónica Pérez Arango















Aviones sobre la siesta del perro


Los ecos de los perros en una quinta a la noche.
El perro ladra y su voz rebota en las otras casas.
Casas.
Casas.
Casas.
Me vuelve tartamudo
el perro caminando bajito y avergonzado de ser
todos los perros del mundo a la vez:
amarillos, rojos y negros flamean en la tierra.
Esa voz familiar como si fuera miles llega
deformada por la lejanía más chiquita y cruel
sin la siesta ni el paseo que le prometieron esta tarde recién ida.
Espero sentada en una silla sin patas, disfrazada de vos,
me hago la que miro pero no no no,
no tengo ojo ni oído ni voz, acá nada más escribo.
Un cielo invadido por aviones
audaz se eleva:
más gente que se va sin saludar,
la tierra de oportunidades del otro lado del océano
ensaya historias de vida que ahorcan el tamaño del paisaje.
Espero sentada en una silla sin patas, disfrazada de vos,
Mientras escucho los murmullos y cuento
las arrugas de mis dedos.




Detalle


Igual que una sonámbula sin pasado ni conciencia
me visto con ropa de calle
y me pinto los labios de risa.
Recorro la zona de ambulancias y cuento
los grillos en la maleza de varias cabezas enfermas
a saltos agigantados
practico la zona muerta,
la mala suerte escondida
o como le llamen en el barrio de insultos,
la musiquita quieta del pasto
la caca o la doble cara de las piedras.

Hay unos pastos
que cortan en la entrada de mi casa.
No quiero entrar.
Nadie puso un cartel de cuidado cerca perro suelto.

A mi regreso
los insectos afiebrados asechan
como en un velorio iluminado.

Al final siempre hay perros, muchos perros.




Verónica Pérez Arango
Nació en Buenos Aires en 1976. Profesora en Letras (UBA).






Obra: Perros jugando a póker - Cassius Marcellus Coolidge

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Poesía del Mondongo

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