miércoles, 17 de noviembre de 2010

Emily Dickinson




No era la muerte

No era la muerte, pues yo estaba de pie y todos los muertos están acostados, no era de noche, pues todas las campanas agitaban sus badajos a mediodía, no había helada pues en mi piel sentí sirocos reptar, ni fuego pues sólo mis pies de mármol podían helar un santuario, y sin embargo, se parecían a todas las figuras que yo había visto ordenadas para un entierro, rememoraba el mío, como si mi vida fuera recortada y calzada en una marco, y no pudiera respirar sin una llave, y era como si fuera medianoche, ciertas. Cuando todo lo que late se detiene y el espacio mira a su alrededor la espeluznante helada, el primer otoño que llora repele la apaleada tierra, pero todo como el caos interminable, insolente, sin esperanza, sin mástil, ni siquiera un informe de la tierra para justificar la desesperación.



Emily Dickinson
(EEUU, 1830-1886)
Pasó gran parte de su vida recluida en una habitación de la casa de su padre en Amherst, y, excepto cinco poemas (tres de ellos publicados sin su firma y otro sin que la autora lo supiera), su obra permaneció inédita y oculta hasta después de su muerte.

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Poesía del Mondongo

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